JUAN BRAVO

Hay pilotos que llegan a campeones después de muchos años de trabajo, entrenamiento y concentración. Hay otros que simplemente tienen un talento innato para el pilotaje y estaban en el sitio adecuado, en el momento adecuado. Y un buen ejemplo es el sevillano Juan Bravo. Sevilla no era precisamente un punto caliente del motociclismo español en los 80. Salvo por una persona: Eduardo Castro. Siempre vinculado al mundo de la moto, Eduardo Castro era distribuidor de Puch en la zona en aquella época. Ex piloto y apasionado de la moto, su escudería y equipos de carreras han sacado pilotos en muchas especialidades desde hace muchos años y hasta ahora. En aquellos años 80 se dedicaba a organizar pruebas de cuando en cuando para que chavales de la zona demostrasen sus capacidades al manillar. Según Castro, desde el primer momento en que Bravo se montó en la moto, dejó claro que era un piloto especial. De esos que han nacido con ese talento dentro. No tenía ninguna experiencia en competición. De familia humilde, si; le gustaban las motos, las había llevado y se le daba bien. Pero nada más. Castro consiguió para él aquella Cobra M-82 C oficial; lo «adoptó» hasta el punto de pasar noches en su casa, recibiendo consejos y charlas del que sería su mentor. En ese año ganó el campeonato de 75cc para la marca asturiana con ese estilo, arriesgado, valiente e innato que dejó para la posteridad. Bravo llegó a probar otras motos. Incluso se cuenta que probó en circuito una moto de velocidad…con un resultado similar: asombrando a quién le vio rodar. Sin embargo su vida deportiva quedó en ese único título: sus derroteros irían por otros lados diferentes a la moto. Quién sabe: quizá nos perdimos a un campeón que hubiese podido cambiar la historia.